La segunda vez que me encontré con Dorkas, ya era invierno. Me pareció que caminaba más ligero que antes. Llevaba en la mano una botellita verde.
- Salud, amigo... ¿ Quiere un traguito?
- ¿ Ginebra?
- Licor del recuerdo, caballero. Mójese los labios y el pasado estará con usted.
- Gracias. Pero creo que no lo necesito. El pasado siempre está conmigo.
Empezó a correr hacia atrás como un loco, mientras me gritaba:
El universo tiende al olvido. La memoria es apenas una resistencia efímera. La vida es una resistencia efímera. Beba conmigo.
Volvió a los saltos y me ofreció la botella. No tuve más remedio que apurar un sorbo.
- ¿ Y ? ¿ Recuerda algo?
- Yo siempre recuerdo lo mismo, Dorkas.
- Usted me ayudó a hacer el primer milagro, que es el más difícil. En verdad es el único milagro. Una vez que uno camina sobre las aguas, ya nada resulta imposible.
- ¿ Por qué dice que yo lo ayudé ?
- No me haga explicar dos veces la misma cosa.
Galopó hacia el norte y se perdió en la noche.