No sabes donde vas, tu única compañía, el silencio. El frío te cala los huesos y estas sola.
Las calles se te hacen inmensas.
Ahí estás tú, enfrente de una tienda de televisores, con un chocolate caliente y el viejo abrigo de tu padre.
Las horas pasan muertas en el viejo reloj púrpura de el escaparate.
Ahí estás tú, sola, no sabes a donde vas, ni que harás.
Pero eso no te importa mientras que ese televisor siga encendido, ese puto televisor con esas putas canciones de los putos programas que te venden esa puta felicidad barata.
Lo peor de todo es que tu también cantas esas putas canciones, y aunque no tengas a nadie que te espere en casa para preguntarte que tal te ha ido el día o alguien que te arrope con una manta antes de acostarte.
Tu cantas esas canciones por que en el fondo tú también crees en esa puta felicidad barata.