Cuando tu mundo se caiga a pedacitos, agarrate de la locura.


domingo, diciembre 19, 2010

Ella odiaba el silencio, me dijo que entre el ruido de la gente y el humo del cigarro de después se sentía más segura; yo le pregunté por qué, pero no me respondió.
Ella odiaba el silencio, parecía que le daba hasta miedo, yo no nunca lo entendí porque a mi me gustaba mucho, me gustaba tumbarme en mi cama de sábanas blancas, en aquellas tardes de lluvia de Barcelona, esas en las que sólo se oía eso, lluvia, sólo lluvia.

Ella le gritaba a la ginebra, pero nunca le respondió, a veces la rompía en la pared y otras veces sólo bebía hasta que no se podía sostener. -Sólo en el silencio se escucha el grito sordo de la realidad -decía.

Ella tomaba demasiados tranquilizantes, decía que lo necesitaba, que así todo era más fácil, hasta dormir, sobre todo con la música tan alta; pero yo seguía sin entenderlo, cada día era más lenta su respiración, ni si quiera sabía lo que quería decir esa mirada tan triste.

Ella siempre lo quiso aunque él era difícil, ella solía decir qué quién no lo era; pero demasiadas veces me respondió con esa sonrisa amarga: no sé, me habré dado con la puerta, ya sabes lo despistada que soy; a las veces que le preguntaba por el color de sus brazos y de sus ojos, como los lirios.

Ella siempre me sonreía, pero a veces se le escapaba una lágrima y se manchaba toda la cara de rimel cuando se la secaba. Ella odiaba el silencio, lo odiaba, pero nunca supe por qué.


Nunca hasta ayer, cuando decidió escucharlo para siempre.